Tomemos conciencia – 2da Edición 2021
Por Guadalupe Vergara Rojas, editora clínica
A nivel mundial, la longevidad está incrementándose. Existe una gran proporción de población de adultos mayores, lo que significa una mayor prevalencia de deficiencias visuales como resultado de las enfermedades relacionadas con la edad. De esta manera, la atención a la Visión Baja continuará siendo cada vez más de vital importancia.
El objetivo de la rehabilitación de la visión baja es minimizar cualquier impedimento funcional impuesto por la pérdida visual. Identificar, por tanto, las habilidades visuales que el paciente conserva es fundamental. En este proceso la primera tarea del clínico es identificar y entender las dificultades funcionales que el individuo experimenta como resultado directo o indirecto de sus limitaciones visuales. Tareas asociadas a la lectura, reconocimiento facial y la mobilidad se encuentran en los primeros lugares de la lista. En segundo lugar, se debe analizar, en detalle, la visión individual mediante el análisis de la patología y prognosis, evaluación de las características refractivas así como la realización de pruebas de función visual. En tercer lugar, el clínico debe considerar la manera en que las tareas visuales del paciente puedan optimizarse o facilitarse a través de utilizarse ayudas ópticas como magnificación, prismas, filtros, control de iluminación, sistemas electrónicos y entrenamiento visual.
¿Entonces es muy claro que los optometristas necesitamos conocimientos para atenderlos? ¡Por supuesto! ¿Requerimos tacto para dirigirlos y orientarlos en la consulta? ¡Sin duda! Y ¿Se debe tener sensibilidad para convivir y tratar a los pacientes en nuestra vida diaria?, también.
Sin embargo, comentaré algo que llamó mi atención y me avergonzó, en un congreso organizado por una reconocida asociación, todos egresados, licenciados en la especialidad, también algunos oftalmólogos.
En esa ocasión, salimos a un receso de café y como se estaban tardando demasiado le comenté a la persona de adelante voy a preguntar qué pasa, ¿me reservarías mi lugar?, ella muy amable volteó su cara de perfil y me dijo que sí…Me dijeron: se terminó el café y tenemos que esperar; al regresar, la miré de frente y noté nistagmus bilateral marcado.
Para ese momento teníamos que regresar a la sala de conferencias y la perdí de vista, pero al segundo receso de nuevo la encontré, le llevé galletitas y la invité al solárium donde estaban ubicados los stands comerciales, ella tropezó con cancel de piso, tiró algunas galletas y empujó levemente a la doctora junto a ella…la doctora, muy irritada, la miró directamente de frente y le gritó: “¿Estás ciega?”.
Me dolió tanto… ¿Quién era ciega realmente? No existió sensibilidad, ni la más mínima consideración ni humanidad, tampoco una disculpa verbal…
Me dio tanta pena esta actitud. Platicando con ella, me dijo la razón por la que se encontraba en el congreso. Había pagado su inscripción como cualquier profesional de la visión para reconocer mejor su problema visual y como tratarse más adecuadamente.
Esta experiencia me hizo reflexionar que, en nuestra práctica profesional, debemos buscar ser más asertivos al brindar una consulta a este tipo de pacientes.
En esta edición, nos congratula contar con la participación de nuestro primer distinguido colaborador para la revista, el Lic. Opt. José Iván Camacho Arellano, experto en la examinación de pacientes con Baja Visión, quien nos introducirá del manejo general, en este volumen, y en subsecuentes participaciones nos guiará, más específicamente, en sus experiencias y valiosos detalles a considerar de manera integral.
De esta manera, invitamos a nuestros queridos lectores a disfrutar de esta gran edición y los felicitamos por la gran labor que ejercen día a día para mejorar la calidad de vida de sus pacientes.