La demencia temprana podría detectarse a través de signos oculares

Se han propuesto muchos biomarcadores oculares para detectar la enfermedad de Alzheimer (EA) temprana y el deterioro cognitivo leve (DCL), y se han realizado muchas revisiones sistemáticas. Un nuevo estudio examina de cerca estas revisiones recientes, con el objetivo específico de evaluar la precisión diagnóstica de cada biomarcador propuesto para el diagnóstico de la demencia temprana.

En total, se incluyeron 14 revisiones sistemáticas. Tres biomarcadores diferentes proporcionaron la mayor evidencia en la detección de la enfermedad de Alzheimer en comparación con los demás, incluyendo el grosor de la capa de fibras nerviosas de la retina peripapilar de la OCT, la zona avascular foveal de la OCT-A y los movimientos oculares sacádicos, así como la latencia o el error antisacádicos, que mostraron la mejor precisión.

Con un rendimiento diagnóstico modesto para la OCT y la OCT-A, los autores destacan que estas técnicas pueden seguir siendo útiles en la investigación de la demencia. Una posibilidad es analizar los cambios en los parámetros de la OCT a lo largo del tiempo para el mismo individuo, lo que podría ayudar a la detección. Posteriormente, proponen la realización de estudios longitudinales sobre la EA y el DCL que podrían dar lugar a una mayor precisión diagnóstica.

Los investigadores señalan que, en comparación con otros biomarcadores más aceptados para evaluar la demencia, como el líquido cefalorraquídeo o la tomografía por emisión de positrones, los biomarcadores oculares siguen teniendo el problema de la necesidad de comprobar su sensibilidad y especificidad. La comparación de esta información con poblaciones de rendimiento diagnóstico seleccionadas sobre una base de diagnóstico clínico ayudaría a aclarar si el rendimiento diagnóstico más débil era de hecho real o estaba causado por criterios de diagnóstico clínico poco precisos observados en los estudios incluidos.

Basándose en estos tres biomarcadores oculares, los autores sugieren, en un artículo para JAMA Ophthalmology, que “los futuros estudios sobre biomarcadores de imagen ocular en la demencia deberían informar claramente de los criterios de diagnóstico de la demencia/ICM, de si el diagnóstico es clínico o se apoya en biomarcadores, de la estadificación de la enfermedad, del seguimiento longitudinal (cuando esté disponible) y de la confirmación neuropatológica post-mortem”.1

Pero eso no es todo. Un comentario invitado sobre el estudio dilucida aún más los puntos clave del trabajo en traducciones clínicas más amplias. Se trata de dos consideraciones principales.

En primer lugar, que las revisiones repetidas de los pacientes utilizando medidas de cambio como biomarcadores podrían servir mejor que las mediciones estáticas. Por ejemplo, el adelgazamiento de la retina, cuando se mide longitudinalmente, puede ser una mejor indicación que cualquier medición aislada. Además, el comentarista señala que el Alzheimer puede ser muy difícil de separar de otros trastornos neurocognitivos del envejecimiento y se vuelve aún más complejo cuando los criterios estándar para el diagnóstico no siempre tienen una alta correlación con los síntomas clínicos. La dificultad debería ser evidente, ya que los biomarcadores oculares son los que mejor detectarían las primeras fases del Alzheimer, cuando las opciones de tratamiento son más eficaces.

La principal conclusión de este comentario es que “el ojo ha sido considerado durante mucho tiempo como un posible biomarcador de las enfermedades neurodegenerativas, incluida la EA, por varias razones, a saber, su facilidad de acceso y la amplia disponibilidad de técnicas de imagen no invasivas, que también lo convierten en un buen candidato para el cribado de la población”.2

Sin embargo, otro comentario publicado en el mismo número de JAMA Ophthalmology adopta un enfoque diferente, centrándose en la apolipoproteína E (apoE), codificada por el gen APOE. Se sabe que este gen está relacionado con el Alzheimer, y que un nivel elevado de apoE en plasma y un tipo específico de alelo APOE se asocian a un menor riesgo de EA. En la DMAE, ese alelo específico de APOE y una apoE plasmática más alta se asocian con un menor riesgo de EA y se asocian con el riesgo de DMAE.

El segundo comentario subraya que hay que tener en cuenta la compleja relación entre los niveles de apoE, la variación de APOE, el riesgo de EA y el riesgo de DMAE. En relación con el objetivo del estudio original de proporcionar biomarcadores de diagnóstico más claros para la enfermedad, los autores de este comentario creen que “este importante trabajo justifica la atención y la consideración cuidadosa de los niveles de apoE como objetivo terapéutico para la EA”.3

Lo que queda claro en los tres artículos es la atención que prestan a la relación de los biomarcadores oculares con la aplicación clínica y en el mundo real, y cada uno de ellos se centra en un aspecto que consideran importante para avanzar en la investigación de las conexiones oculares con el Alzheimer y otros tipos de demencia.

 

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