Frecuencia de microorganismos de lentes de contacto blandos
Estudiantes de optometría Universidad El Bosque.
Sandra Valeria Gutiérrez Sánchez, Ángela Fernanda Mesa Pinzón y Lorena Astrid Valero Díaz.
El uso de lentes de contacto (LC) es una práctica frecuente para la corrección de ametropías ya que generan comodidad y son considerados más estéticos que las gafas por un sector importante de la población (1). Su uso se ha popularizado sobre todo en personas jóvenes (2), principalmente por su comodidad y por conveniencia (3). Se estima que aproximadamente 140 millones de personas en el mundo usan lentes de contacto para la corrección de defectos refractivos y son más usados los lentes blandos en comparación con los gas permeables (5).
Para obtener el éxito y conservar la continuidad de su uso, es de gran importancia mantener una buena higiene ya que, las complicaciones oculares por la falta de obediencia de los usuarios en relación con el mantenimiento y el período de reemplazo, junto con la falta de motivación, se encuentran entre las principales causas para el abandono de los LC (4).
Algunas de las complicaciones relacionadas con el uso de LC, como las conjuntivitis y las queratitis infecciosas, pueden poner en peligro la visión. Los profesionales de la salud visual son los responsables de orientar a los pacientes sobre el adecuado uso y cuidado de sus LC, por lo que es importante recordar los microorganismos que se pueden alojar en estos dispositivos ópticos cuando la higiene no es la adecuada.
Microorganismos más frecuentes a nivel ocular
Algunos de los agentes etiológicos que con mayor frecuencia se han identificado como causantes de infecciones oculares son:
Pseudomona aeruginosa
Bacilo gram negativo, aislado con más frecuencia en úlceras corneales, representa una causa frecuente de queratitis por lentes de contacto. Estos bacilos aerobios habitan en medios húmedos y a menudo contaminan piscinas y bañeras de hidromasaje mal cloradas. La bacteria se adhiere fácilmente al epitelio dañado e invade el estroma con gran rapidez (6). La infección suele ser agresiva y representa más del 60% de las queratitis asociadas a lentes de contacto (7). Esta bacteria puede cultivarse a partir de los lentes de contacto o de su estuche (8).
Staphylococcus aureus
Coco gram positivo, responsable de producir una amplia variedad de exoproteínas que contribuyen a su capacidad de colonizar y causar enfermedades. La función principal de estas proteínas es convertir los tejidos locales del huésped en nutrientes necesarios para el crecimiento bacteriano (9).
Staphylococcus epidermidis
Coco gram positivo, localizado en piel y en superficies mucosas, las cuales pueden ser introducidas en los tejidos durante la implantación de dispositivos médicos (10). Es considerado el agente causal de endoftalmitis después de cirugía ocular e infecciones sobre dispositivos médicos o cuerpos extraños. Esta bacteria ha desarrollado resistencia a la meticilina (antibiótico betalactámico de espectro reducido del grupo de las penicilinas) (11).
Fusarium spp
Hongos filamentosos más frecuentes en climas tropicales, aunque no son raros en regiones menos cálidas; la queratitis a menudo sigue una evolución agresiva (7). Pueden llegar a ser causantes de infecciones tanto superficiales como invasivas; la infección en tejidos profundos da lugar a endoftalmitis, úlceras de las extremidades, granuloma facial, osteomielitis e incluso afectación del sistema nervioso central (12).
Aspergillus spp
Hongo filamentoso, relativamente infrecuente a nivel ocular, puede ocasionar estados patológicos muy diferentes dependiendo de las características del huésped, como enfermedad alérgica (hipersensibilidad) e infección saprofítica (no invasiva) o invasiva (12).
Candida spp
Hongos unicelulares levaduriformes (ovoides), responsables de la mayoría de los casos de queratitis fúngica en climas templados (7).
Acanthamoeba spp
Protozoos que se encuentran en el aire, el suelo y las aguas dulces o saladas y que existen de forma activa (trofozoito) y latente (quiste). La forma quística es altamente resistente y capaz de sobrevivir durante períodos prolongados de tiempo en condiciones ambientales hostiles, incluyendo las aguas cloradas de las piscinas, el agua caliente de las cañerías y las temperaturas de subcongelación en los lagos de agua dulce. En condiciones ambientales apropiadas, los quistes se pueden convertir en trofozoitos, los cuales producen una serie de enzimas que ayudan en la penetración y destrucción tisular. Puede coexistir como un microorganismo oportunista, especialmente en pacientes con queratitis herpética (7).
Virus del Herpes simple (Herpes simplex)
Los virus son conocidos como “parásitos” de las células, ya que sólo pueden crecer y multiplicarse cuando las invaden. Sin embargo, poseen información genética, ya que están formados por una molécula de ácido nucleico, que puede ser ADN o ARN, que almacena la información responsable de la transmisión hereditaria que en los virus se conoce como genoma vírico; esto es lo único que les permite controlar su replicación y transferencia (1).
Las infecciones herpéticas oculares pueden clasificarse en tres grupos generales: congénitas, primarias y recidivantes. La incidencia global de queratitis por el virus del herpes simple (VHS) se ha estimado aproximadamente en 1,5 millones, incluyendo 40.000 nuevos casos anuales de afectación visual monocular grave o ceguera. La gran mayoría de las infecciones herpéticas oculares están producidas por el VHS-1. Los recién nacidos adquieren la infección durante el paso a través del canal del parto, por lo que el 80% de las infecciones herpéticas en el recién nacido son debidas al VHS-2 (8).
Virus de la varicela-zóster
La infección por el virus de la varicela-zóster (VVZ) puede producir lesiones pequeñas similares a las flicténulas, que aparecen con mayor frecuencia alrededor del limbo corneal. En la córnea se puede producir una queratitis punteada superficial, úlceras dendríticas ramificadas sin bulbos terminales (8).
Barreras de defensa de la superficie ocular
La córnea, junto con la conjuntiva y la película lagrimal, actúan como los principales componentes del sistema de defensa ocular contra la infección microbiana (13). La estabilidad depende de la córnea, la conjuntiva, las glándulas lagrimales y las glándulas de Meibomio, que están interconectadas neurológicamente por medio de un arco reflejo neural sensorio autonómico y unos factores hidrodinámicos que responden al parpadeo (14).
Los estudios han demostrado que las células epiteliales de la superficie ocular reconocen y responden selectivamente a los componentes microbianos de las bacterias patógenas oculares, mediante la producción de citocinas proinflamatorias. La falta de una respuesta inflamatoria a las bacterias no patógenas sugiere una respuesta inmune innata única del epitelio de la superficie ocular que apoya la colonización de una microbiota residente (15). Un estudio realizado en 2017 halló que algunos de los organismos comensales que comúnmente constituyen la flora ocular son Staphylococcus aureus, Propionibacterium, Corynebacterium, Pseudomonas aeruginosa y Haemophilus influenzae (16).
Complicaciones asociadas al uso de lentes de contacto
Se deben a alteraciones en el metabolismo corneal, a la disminución en el suministro de oxígeno a la córnea o a causas mecánicas al incidir el lente de contacto sobre la superficie corneal. La complicación más asociada al uso de lentes de contacto es la queratitis microbiana (8,18). La incidencia anual de queratitis asociada al uso de lentes de contacto se estima en 0,04% en los portadores de lentes de uso diario y en 0,21% en los de uso prolongado. El riesgo aumenta aproximadamente unas diez veces si se duerme con los lentes de contacto puestos y también se correlaciona con el número de días consecutivos que se usa el lente de contacto sin quitarlo (8).
Queratitis bacteriana
Puede asociarse al uso prolongado de lentes de contacto (especialmente blandos) debido a que estos usuarios suelen tener defectos epiteliales, lo que favorece la colonización bacteriana que, con más frecuencia, es de Pseudomona aeruginosa. Otro factor predisponente para el desarrollo de queratitis bacteriana es una enfermedad corneal previa como, queratopatía bullosa, exposición y disminución de la sensibilidad corneal o algún traumatismo. También están asociados factores como blefaroconjuntivitis crónica, dacriocistitis crónica, deficiencia de la película lagrimal, tratamiento tópico con corticoides y avitaminosis A (7).
Queratitis fúngica
Aunque no es tan frecuente la infección corneal por hongos, puede llegar a tener efectos devastadores, entre los que se encuentran la necrosis del estroma y la penetración a la cámara anterior, atravesando la membrana de Descemet totalmente intacta. Una vez ocurre esto, la infección es muy difícil de controlar. Las queratitis filamentosas son más frecuentes en áreas agrícolas y están precedidas habitualmente por traumatismo ocular, en el que interviene materia orgánica como madera o plantas. La queratitis por Candida spp se desarrolla en forma característica asociada con una enfermedad corneal preexistente o en pacientes inmunocomprometidos (7).
Queratitis por parásitos
La queratitis por Acanthamoeba spp puede llegar a ocurrir después de una abrasión corneal leve y los usuarios de lentes de contacto pueden llegar a tener un riesgo especialmente alto. Los signos precoces incluyen limbitis, pequeños infiltrados corneales en forma de parches e infiltrados perincurales durante la primera a la cuarta semana. El epitelio corneal puede estar ileso en algunos casos, o si bien, puede mostrar una queratitis puntiforme leve o imágenes pseudodendríticas (7).
Esta queratitis es frecuentemente vinculada al contacto con agua contaminada y se caracteriza por una disminución de la capacidad visual y la presencia de dolor ocular severo (17).
Queratitis viral
ción o sensación de cuerpo extraño. Una úlcera corneal por queratitis de herpes simple puede presentarse con lesiones clásicas “dendríticas” que pueden ser observadas en el examen con lámpara de hendidura, o con una ulceración en forma de ameba, o tener hallazgos inespecíficos como erosiones epiteliales puntiformes, blanqueamiento del estroma y adelgazamiento de la córnea, posiblemente con vesículas herpéticas clásicas localizadas en los párpados o conjuntiva (19).
Dentro de los signos y síntomas más frecuentes se encuentran: dolor ocular, congestión y secreción conjuntival, infiltrados corneales, defecto epitelial, edema corneal, reacción inflamatoria intraocular, queratólisis y neovascularización corneal.
Conclusión
Al utilizar lentes de contacto es necesario seguir protocolos adecuados para su correcto uso y conservación, ya que el incumplimiento de los mismos puede dar paso a la presencia de microorganismos como hongos, bacterias, virus y parásitos, que causan infecciones a nivel ocular produciendo conjuntivitis, queratitis o úlceras, e impidiendo que los usuarios de lentes de contacto puedan continuar con el uso de los mismos. Dependiendo del microorganismo, varían los signos, síntomas y el tiempo de recuperación; por lo tanto, es importante guiar a los pacientes a priorizar la higiene y cuidado de los lentes de contacto.
Agradecimientos
A las docentes Dra. Diana García Lozada, Dra. Diana Rey Rodríguez y Dra. Mónica Huertas Valero, quienes con su continuo apoyo, conocimiento, enseñanzas y colaboración nos permitieron el desarrollo de este trabajo.
Referencias
(1) Priego Esquinas C. Afectaciones oculares causadas por microorganismos asociados al uso de lentes de contacto. España: Universidad de Sevilla; 2017.
(2) Edwards K, Keay L, Naduvilath T, Stapleton F. A population survey of the penetrance of contact lens wear in Australia: rationale, methodology and results. Ophthalmic Epidemiol 2009;16(5):275-280.
(3) Unnikrishnan B, Hussain S. Pattern of use of contact lens among college students: a cross-sectional study in coastal Karnataka. Indian J Ophthalmol 2009;57(6):467.
(4) Lipener C RC. Sistemas atuais de cuidados e manutenção de lentes de contato. Arq Bras Oftalmol 2008;71(6):9-13.
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(18) Goodman CC, Fuller KS. Pathology Implications for the Physical Therapist. 4th ed. United States: Elsevier Health Sciences; 2014.
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