Consideraciones psico-emocionales para el manejo del paciente con baja visión
Dentro de los múltiples papeles que desempeña el licenciado en optometría está la orientación dirigida al paciente y su círculo de convivencia para favorecer la transición de la aceptación de la discapacidad.
Por L.O Donají López Cobilt, docente de la carrera de optometría UNAM ENES León y del Instituto Jaliscience de Ciencias de la Salud Siloé
Es frecuente que a nuestra consulta lleguen pacientes con alguna limitación visual, ya sea por cuestiones adquiridas o congénitas, si bien las causas pueden ser diversas hay que ser muy hábiles en la identificación de los aspectos centrales de la vida del paciente, es decir ¿cómo vive?, ¿con quién vive? y ¿en qué momento de la vida adquirió la discapacidad? El tema de la discapacidad ha sido abordado desde diversos modelos que han dictado el modo de brindar atención a personas con esta condición. A continuación, la evolución de los diferentes paradigmas.
Paradigma tradicional: Es el más antiguo establecido por la sociedad en el cual se ve a la persona con discapacidad como anormal, y tiende a limitar su avance al considerarlo diferente al resto de la población.
Paradigma médico – biológico: Este se enfoca en la limitación orgánica del sujeto y orienta toda su atención en la recuperación de dichas deficiencias cómo ver, caminar, escuchar, es decir, se les percibe como “enfermos” sin considerar el resto de los aspectos que engloban la discapacidad como las limitantes sociales.
Paradigma social: En este se concibe a la persona con discapacidad desde un enfoque biopsicosocial y de derechos humanos, lo que apunta a mirar más allá de la deficiencia y aspira a una participación real y efectiva de esta población en todas las esferas de la vida en la sociedad. Dentro de este paradigma, se defiende el derecho de las personas con discapacidad a establecer relaciones interpersonales y de convertirse en personas social y económicamente activas, es decir, es un modelo incluyente, este paradigma es el más reciente y socialmente aceptable.
Si bien la optometría es una disciplina del área de la salud no debemos olvidar el hecho de que nuestros pacientes son personas con diversas necesidades y tenemos el deber de trabajar multidisciplinariamente en caso de que así se requiera.
La pérdida o deterioro de la visión puede tener diversos orígenes, tanto congénitos cómo adquiridos, en ambos casos el impacto emocional tiende a ser representativo, aunque suele afectar de distinta forma al paciente o a los miembros de la familia. Tratándose de la discapacidad visual congénita el impacto psicoemocional se concentra en el cuidador del niño y en el resto de la familia, ya que las expectativas durante el embarazo suelen ser altas y son pocas las personas que conciben la discapacidad como una posibilidad y no imaginan tener un bebé con limitaciones físicas, ya sea por una enfermedad o alguna complicación durante el desarrollo gestacional. El desarrollo gestacional o el mismo nacimiento suele generar incertidumbre y hasta cierto punto decepción.
En caso de que el cuidador* no reciba la atención psicológica debida para la asimilación del reto al que se enfrentará al llevar la responsabilidad de la crianza del niño será difícil que este sea orientado y le permita desarrollar habilidades para empoderar al pequeño, en casos graves la falta de atención y el desconocimiento de información llevará al niño a desarrollar secuelas del desarrollo producidas por la falta de estimulación y la deprivación visual, más aún si esta limitación está acompañada de enfermedades o son resultado de un cuadro sindrómico.
El licenciado en optometría tiene la gran ventaja de que al estar en el primer nivel de atención suele ser quien capta a este tipo de pacientes, en cuyo caso podemos contribuir a la orientación sobre el manejo que requiere un niño con discapacidad visual, ya sea trabajando en el monitoreo del desarrollo de la visión cuando el niño es de visión baja, mejorando el resto visual en caso de ser posible y evitando la pérdida total de la visión, referenciando a los diferentes especialistas que puedan contribuir a mejorar la calidad de vida del niño y también identificando los signos de alarma que pudieran comprometer el bienestar del cuidador desde el punto de vista psicológico, porque es común observar la aparición del “síndrome del cuidador”, que se manifiesta en aquellas personas que sufren el desgaste de su salud en general, provocado por el cuidado constante y continuo del paciente.
La discapacidad visual no solo se interpone en la vida de quien la vive, sino que también genera consecuencias psicológicas graves para todos aquellos que le rodean y cuidan a la persona con discapacidad. De no detectar los signos de alarma difícilmente podremos referenciar al profesional de la salud mental, lo que comprometerá la atención del paciente como del cuidador.
*Este término se refiere a la persona que se hace cargo de las necesidades del niño en ocasiones es el padre o la madre, pero existen otros casos en el que en ausencia de estos quien se encarga de la crianza del menor es algún otro miembro de la familia.
En el caso del paciente que adquiere la disfunción visual el manejo suele ser diferente al del paciente congénito, ya que tiene un sentido de pérdida porque tuvo un referente visual lo que desencadena las fases del duelo, proceso que tiende a ser variable y depende mucho de la personalidad de quien lo vive así como de algunos factores externos como la interacción con grupos de apoyo, el acompañamiento y algunos conceptos socio-culturales, dichos factores pueden atenuar o exponenciar las consecuencias psico- emocionales de la pérdida.
El manejo optométrico también suele diferir ya que en el caso del paciente con discapacidad visual congénita se centra en la estimulación del resto visual, la vigilancia del desarrollo de la visión, la prevención de secuelas del desarrollo a través de intervenciones tempranas y manejo multidisciplinario. En el caso del paciente con discapacidad visual adquirida el manejo optométrico se centra en la conservación y mejora del resto visual para permitirle al sujeto la inclusión social, misma que generará un impacto positivo en su calidad de vida. Sin embargo, de no ser detectados los signos de alarma de desequilibrio emocional o de no llevar un acompañamiento adecuado podría demorar el proceso de duelo y aceptación de su condición esto suele obstaculizar el proceso de rehabilitación del paciente o empeorar la salud mental, favoreciendo la aparición de trastornos, como la depresión que, en su forma más grave, puede conducir al suicidio.
Conclusiones:
Dentro de los múltiples papeles que desempeña el licenciado en optometría, al estar en el primer nivel de atención, existe uno fundamental que es el de fungir como educador de la salud, esto incluye la orientación dirigida al paciente y su círculo de convivencia para favorecer la transición de la aceptación de la discapacidad ya que esto permitirá la atención oportuna, el manejo adecuado de la disfunción visual y la rehabilitación del mismo, debemos estar sensibilizados y conscientes de las posibles implicaciones al no hacer estas intervenciones. Asimismo, tenemos la responsabilidad de hacer la referencia a las diferentes disciplinas que el paciente o el familiar requieran para evitar complicaciones por una falta de atención.
Son pocos los licenciados en optometría que cuentan con la formación para dar manejo profesional a casos en los que se requiera un profesional de la salud mental (tal vez porque cuentan con una segunda carrera) por lo que no podemos pretender encargarnos del manejo de la salud mental; sin embargo, si podemos aprender a detectar signos de alarma y referenciar adecuadamente, de omitir este paso podríamos comprometer la calidad de vida del paciente.
Bibliografia:
- Proyecto de acción mundial de la OMS sobre discapacidad 2014-2021: Mejor salud para todas las personas con discapacidad
- Casado, Vicente. «Aceptar la pérdida. El proceso de duelo y sus fases.» Editorial Paidós, Argentina. 2001.
- Manual de baja visión y rehabilitación visual, editorial panamericana, Coco Herrera, 37-45
- Herrera, Gerardo. «Duelo.» Centro Amaltea de Información Psicológica.
- OMS. «Clasificación Internacional de las Enfermedades.» Trastornos mentales y del comportamiento. 10 revisión. Editorial. Meditor, Madrid. 1992.