Envejecimiento ocular y presbicia

Por Patricia E. García A. OD. Ms.As

Editora Clínica Revista 20/20

La presbicia representa un desafío creciente de salud pública a nivel mundial, con más de mil millones de personas afectadas y una marcada desigualdad en el acceso a corrección visual. Su impacto funcional deteriora la calidad de vida al dificultar actividades cotidianas como leer y trabajar, y se proyecta que su prevalencia aumentará significativamente hacia 2050 por el envejecimiento de la población. Ante este panorama, se vuelve urgente implementar estrategias accesibles y sostenibles, como la provisión de lentes de lectura y la promoción de exámenes optométricos regulares.

Desde el enfoque clínico, el Síndrome de Cristalino Disfuncional (DLS, por sus siglas en inglés) es un concepto integrador que engloba dos condiciones bien conocidas: la presbicia y las cataratas. Este término describe los cambios fisiológicos progresivos del cristalino relacionados con la edad, cuya manifestación inicial suele ocurrir entre los 40 y 50 años en forma de presbicia. Dicho proceso incluye el endurecimiento del cristalino, mayor dispersión de la luz, aparición de aberraciones ópticas y, en etapas más avanzadas, desarrollo de cataratas.

La presbicia se suma a otras enfermedades que afectan tanto la visión como la salud general y el bienestar mental. Por ello, los profesionales deben tener una visión integral, comprendiendo los procesos de envejecimiento y las expectativas de las personas mayores. Así, la optometría no solo contribuye a mejorar la capacidad visual y a la detección oportuna de problemas en la salud ocular, sino también a fortalecer el vínculo de las personas mayores con su entorno y calidad de vida.

La salud visual en la adultez mayor no solo implica ver bien, sino sentirse bien al ver. La pérdida de visión puede impactar profundamente la autoestima, la independencia y la conexión emocional con el entorno. Cuando una persona mayor deja de leer, coser, manejar o reconocer rostros con claridad, puede también enfrentar sentimientos de frustración, aislamiento o inutilidad.

Para las personas mayores, sentirse bien con sus gafas va mucho más allá de la corrección óptica: es también un acto de reconocimiento y autoestima. Cuando el diseño, la comodidad y la funcionalidad se integran adecuadamente, las gafas se convierten en una herramienta de empoderamiento que favorece la autonomía, la inclusión social y la autoimagen positiva.

La presbicia y el envejecimiento ocular, representa un desafío de salud pública que exige un abordaje integral. La optometría, en este contexto, adquiere un rol esencial que trasciende lo clínico para convertirse en una disciplina con impacto humanista, al contribuir de manera directa al bienestar integral de las personas mayores. No se limita a optimizar la función visual, sino que fortalece su autonomía, dignidad y participación en la vida social y emocional de esta población.

Por eso, les invitamos a explorar este especial dedicado al envejecimiento y la salud visual, donde se abordan los desafíos clínicos, sociales y emocionales que enfrentan millones de personas mayores en todo el mundo.

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