El optómetra que recorre Santander cuidando los ojos de los más necesitados

Rafael Urrea es un optómetra santandereano que ha visitado 72 municipios de nuestro departamento con la misión de servir y ayudar en el cuidado de los ojos de las personas más necesitadas.

Tiene 49 años, es oriundo de Charalá y desde muy joven se radicó en Bogotá con el único objetivo de estudiar optometría. Su nombre es Rafael Urrea, el hombre que los fines de semana sale de la comodidad de su consultorio para recorrer campos y veredas en busca de personas que necesiten de sus servicios.

Desde hace más de 15 años, Rafael decidió ayudar a múltiples personas que habitan en pueblos y veredas apartadas de Santander. Su labor es asistirlos y educarlos para proteger lo que se conoce como ‘las ventanas del alma’.

“Es muy difícil para uno que es del campo llegar a una capital tan grande que lo absorbe. Yo no sabía ni coger un bus, ubicarme, ni encontrar una dirección. Tenía una tía que me ayudó estando allá, fue como un angelito”, recordó Rafael.

El camino no fue fácil, pero Rafael estudió y se preparó hasta convertirse en un profesional. En su formación, se dio cuenta que la solución no eran exámenes básicos y superficiales donde solo se recetaban lentes, sino que también se debía educar a las personas con relación a la estructura, patologías, y cuidados de los ojos.

“Existen, sobre todo, dos enfermedades que son silenciosas y que lo pueden llevar a uno a la ceguera: el ‘glaucoma’ y la ‘retinopatía diabética’. Yo me di cuenta que en la provincia donde nací había mucha gente diabética e hipertensa. Es por eso que decidí que, más allá de hacer exámenes, también debía enseñarle a las personas cómo cuidarse para prevenir o tratar a tiempo estas afecciones”, agregó.

Rafael también entendió que la mayoría de personas de esta población eran de escasos recursos. Además pensó que las posibilidades de que un médico, o en el mejor de los casos un optómetra, llegara a este sitio eran mínimas debido a las dificultades que se presentan en las vías.

“Que estas personas vayan a una gran ciudad a realizarse este tipo de exámenes es muy difícil. Esto siempre genera un alto costo porque se deben cubrir los pasajes, la alimentación, hospedaje, y en ocasiones, no viajan solos, pues al ser de un pueblo, necesitan que alguien los acompañe porque no conocen la ciudad. Además, muchos de ellos por salud, no pueden ni deben desplazarse”, explicó el optómetra.

Buscando equipos

Rafael empezó a ‘rebuscárselas’ para conseguir todos los equipos necesarios, con el fin de llegar a esos lugares apartados y atender a sus pobladores. Luego comenzó a realizar las jornadas de atención y educación. Sin embargo, al hacer los exámenes pertinentes, llegaron personas que necesitaban procedimientos urgentes y complejos.

En su afán por hacer algo que remediara la situación de sus pacientes, Rafael empezó a tocar puertas esperando que fueran abiertas por una mano dispuesta a ayudar. Inició haciendo contactos con amigos, colegas y entidades que pudieran solventar estos gastos o ayudar en gran medida para facilitarle a estas personas sus tratamientos u operaciones.

“Es que muchas veces el seguro se convierte en trámites, o no les cubre esos procedimientos. Entonces uno se da cuenta que esto se convierte en una necesidad, pero que no solo pasa en Charalá, sino en muchos municipios de Santander”, dijo Rafael.

Ante tanta necesidad a Rafael se le ocurrió una idea que para mucho puede ser considerada un sacrificio: Viajar cada fin de semana a estos pueblos, para poder ayudar a sus habitantes. Al inicio fue complicado, pues debía enfrentarse con las incomodidades de viajar en un bus con todo su equipo ‘al hombro’.

“Tiempo después fue que pude adquirir un carrito más alto y empecé a viajar más, a otros lugares con mayor tiempo”, relató.

Profesional para ayudar

Normalmente, una consulta en cualquier consultorio está entre $80 mil a $150 mil, incluso puede ser más costosa. Rafael explica que, debido a que no recibe ningún tipo de ayuda del Estado y cada vez son más las personas que atiende, no puede ofrecer consultas gratuitas, pues necesita solventar los gastos que conlleva esta labor. Además, dice que esto podría convertirse en un ‘caos’ en donde, gente que incluso no lo necesita, se aprovecharía de la situación.

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