(Este artículo fue traducido, adaptado e impreso con autorización exclusiva del grupo de revistas de Review de Jobson Medical Information. Su reproducción está prohibida).
Por Howard Purcell, OD, FAAO, Diplomado, AAO y FNAP, y Randall Case, PhD
La frase “La IA asistirá, no reemplazará” se repite con frecuencia en salud visual, pero su uso excesivo ha ocultado una transformación más profunda. A diferencia de herramientas pasivas como el foróptero, la IA opera de forma ambiental, analizando datos y generando información sin intervención directa. Esta presencia silenciosa está modificando no solo el trabajo de los profesionales de la visión (ECPs), sino también su forma de pensar y tomar decisiones clínicas.
El razonamiento clínico tradicional, basado en la experiencia y el reconocimiento de patrones, ahora se complementa con inferencias estadísticas y modelos predictivos. Surge así un nuevo diálogo entre humano y máquina, que exige redefinir la experiencia clínica y la formación profesional.
Nuevas habilidades y mentalidad
Los ECPs ya no son los únicos intérpretes de señales diagnósticas. Interactúan con sistemas inteligentes en ciclos de retroalimentación continua. Esto requiere habilidades para interpretar resultados probabilísticos, reconocer sesgos y comprender cómo la IA expresa incertidumbre. No se trata de formar ingenieros, sino de ampliar la alfabetización en datos y pensamiento crítico.
Además, se necesita una nueva mentalidad. La superioridad de la IA en tareas específicas —como el análisis de imágenes retinianas o la detección temprana de patologías— puede generar inseguridad o resistencia. Por eso, la metacognición se vuelve esencial: reflexionar sobre el propio juicio clínico y cómo este se ve influido por las recomendaciones algorítmicas.
El valor de lo humano
En este entorno híbrido, lo que distingue al profesional no es solo su capacidad analítica, sino su habilidad para conectar, contextualizar y cuidar. La empatía, la presencia, la narración y la construcción de confianza son pilares irremplazables. El profesional debe traducir datos complejos en planes de atención comprensibles y compasivos, alineados con las necesidades individuales del paciente.
Formación para el futuro
La educación optométrica debe evolucionar. Las habilidades relacionales y comunicativas deben tener el mismo peso que la anatomía o la farmacología. Juegos de rol, simulaciones y estudios de caso deben ocupar un lugar central, preparando a los estudiantes para explicar, interpretar y acompañar al paciente en decisiones compartidas.
Llamado a la acción
Las instituciones educativas deben actuar con decisión. Esto implica:
- Rediseñar currículos, integrando la IA como eje transversal en diagnóstico, ética y comunicación.
- Crear entornos de aprendizaje inmersivos, con simulaciones que reflejen la colaboración entre paciente, profesional y máquina.
- Capacitar al profesorado, brindando tiempo y recursos para liderar esta transformación.
La atención clínica del futuro ya está en marcha. Solo quienes inviertan en innovación y formación estarán preparados para moldearla.